Hace pocos días cumplí 45 años. Como lo hago desde hace varios años, alrededor de la fecha de mi cumpleaños me hago un chequeo médico general. El viernes me confirmó el médico que en las radiografías de los pulmones apareció una mancha que definitivamente es un cáncer de pulmón. Nunca he fumado, más que en un período de rebeldía cuando tenía dieciséis años. Eso me duró aproximadamente tres semanas, hasta que mi papá me descubrió y me puso los cigarrillos de corbata. Dice el doctor que eso no cuenta.
Todavía no digiero bien la noticia. Mi primera reacción fue preguntarme por qué yo. Después me puse a pensar que probablemente eso es lo que se pregunta el 99% de quienes reciben un diagnóstico de este tipo. La respuesta a una pregunta necia como esa es igual de necia: ¿por qué no yo? Después he pensado en la vida, mi vida, y en la muerte. Por supuesto que la mía también. No tengo nada claro, y no se si algún día lo llegaré a tener, pero mi primera decisión fue ponerme a escribir una bitácora donde registrar mis sentimientos, mis temores, mi vida con cáncer. Sé que estoy a las puertas de un horrible camino; hoy me siento bien, pero para curarme voy a tener que sentirme peor que mal. ¿Qué tan mal? Eso lo veremos en el camino.
Mi familia aún no sabe nada. Tengo una semana para contarles, que es el tiempo que tengo para internarme y que me hagan una biopsia para determinar el tipo de cáncer y el mejor tratamiento para vencerlo. No sé cómo contárselo.
Mientras tanto, la más importante decisión que he tomado es luchar contra el cáncer con todo lo que tengo, con mis fuerzas físicas, y cuando estas se agoten, con mi fortaleza de carácter. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario, recibir los tratamientos que me indiquen, y probar cuanto tratamiento experimental, homeopático, natural, tradicional, o brujería se me aparezca en el camino. Si hay que escoger entre el cáncer y yo, no lo dudo ni por un minuto: esta batalla la tengo que ganar yo.
lunes, 28 de julio de 2008
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